4/22/2010

Quería decirle que su deseo de amar era más fuerte que su amor.


Querida Yo,


Hace tiempo que no te escribo. Hace tiempo que no quiero saber de ti.
La última vez que me paré a pensar en ti la calle húmeda se desenroscaba delante mío mientras un nuevo amanecer se separaba lentamente del horizonte este de esta ciudad que cada noche me atrapa.
Caminaba hacia la normalidad, esa que no me pertenece. Tenías razón, yo pertenezco a la noche, esa noche que me encadena a lazos que no me aprietan, a besos que no me rajan, a cuerpos que me calientan a medias.
Puta de periferia.
Mis zapatos rojos agredían el asfalto, un tacón después del otro, sin preguntarme por qué, sin girar la cabeza hacia atrás como siempre he hecho, para no ser acusada de la sombra que se burla de esta forma humana orlada de vivos colores.
Mis pies golpeaban el firme con un ruido sordo, acompañaban mi marcha solitaria delante de la luz roja que me desafiaba, descarado, junto cuerpos torpes que se acunan hacia la vida. Círculos concéntricos de banal humanidad.
Yo dejo el círculo con la primera luz del alba, límite de mi perverso mundo. Dedico unos escasos cinco segundos a filtrar la mentira para engañar a la verdad mientras sigo mi camino zigzagueando embutida en mi disfraz de escena, como un payaso en el circo de la vanidad.
Andaba.
Ralenticé el ritmo para poderlo observar.
La vieja estatua descansaba hipnotizada en su triste reposo, sin cansancio, rabiosa por las heridas que sus años inclementes y las estaciones no se olvidan de decretar.
Intentamos alcanzar nuestro lazo rojo mediante un equilibrio precario.
Un largo salto al vacio.
Yo, puta de la tercera calle, a la derecha de la Gran Vía, perdida en el abismo de mi inevitable perdición, miro hacia arriba y veo el mundo que vive mientras yo estoy demasiado cansada y vacía incluso para dormir.
Observo las flores que no salen por la noche porque no están iluminadas, a esas horas sólo están las luces de los coches que se acercan lentamente a la acera.
Ínfima solución a la tristeza. Yo vendo dosis de alivio.
Maldecida por las mujeres, disuelvo el yugo de su buen gusto y reavivo el fuego de sus amores perdidos.
Desde lo hondo de mi jaula miro hacia arriba.
Como la resina disuelta por el sol, ignorándome abandonan mi forma humana que envuelve mi cuerpo de puta.
El viejo estaba allí, arrugado como una hoja de papel.
Me acerqué y me senté. Él acercó su mano hacia mí y apoyó sobre mis rodillas un trozo de periódico amarillento.
Me miró. Sus ojos tenían el color del cielo reflejado en el hielo perenne.
El tiempo había dibujado sobre su cara mil calles paralelas, segmentadas por carriles irregulares encadenados a profundos abrazos.
Sonrió tímidamente y me dijo: - Escribe lo que sabes.

Aquí estoy, amiga, escribiendo desde entonces. Y si esta carta te ha llegado es, probablemente, porque la dejé en el buzón de la esquina cuando me dirigía a casa, habiéndome olvidado de llevar puesto todavía mi disfraz de puta.




"Muchos hombres creen que soy un concepto, o que quizás les complemento, o que voy a darles vida. 
Sólo soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu, no me asignes la tuya... "
(Charlie Kaufmann)

10 comentarios:

  1. Hola!

    Gracias por visitarme.

    Me quedo leyéndote.

    Saludos!

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  2. uh, yo es que lo que pienso por la noche con la almohada poco tiene que ver con lo que pienso al despertarme!
    me gusta el texto, es original, sí sí

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  3. Pues a mi noc que me pasa que JAMAS puedo recordar lo ocurrido en la noche; muy buena la entrada

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  4. no siempre es fácil hablar con uno mismo, da igual el disfraz que lleves.
    un besote

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  5. Buen texto, duro, my lady. Puta de periferia me ha dejado pensando. Y la moraleja o frase final, perfecta.
    Nos leemos, my lady.
    Un gusto pasar por tu pisito!
    LADY JONES

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  6. joder!! migas de locura, que pedazo de texto. Cuando lei el final me dio un salto el cuerpo, automaticamente...

    me encantó

    mi beso
    druida

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  7. Efectivamente, su deseo de amar era más fuerte que su amor. Una carta de emociones reales y descripciones poéticas. Gracias Clara por escribir

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  8. ¡Clementine! ¿Sabes por qué me gusta tanto esa película? Porque, en muchas cosas, soy como ella. Y eso es muy fuerte: identificarte tanto con un personaje de ficción puede ser peligroso, me parece.

    En fin, siempre un éxtasis leerte.

    Miles de besos, darling :)

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  9. Deremate esto, q vas a hacer, para quien se come el mundo con ilusiones y no puede conceder tan solo 3 deseos. Me encantas cuando te pones asi.

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