1/30/2011

De donde salga la luz.



Esta vez, la brújula señalaba el Sur, abajo del todo. Abrió el cajón y, a pesar de todo el polvo, todavía se podían leer en caracteres inciertos los deseos de un tiempo.



— Quiero confesarme y no sé qué decir. Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo delante de mi rostro. Me veo a mí mismo y, al contemplarlo, siento un profundo desprecio de mi ser. Por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas me he alejado de la sociedad en que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas. Prisionero de fantasías y ensueños.
— Y, a pesar de todo, no quiere morir.
— Sí, sí quiero.
— Entonces, ¿qué espera?
— Saber qué hay después.
— Busca garantías.
— Llámelo como quiera. ¿Por qué la cruel imposibilidad de alcanzar a Dios con los sentidos? ¿Por qué escondernos en una oscura nebulosa de promesas que no hemos oído y milagros que no hemos visto? Si desconfiamos una y otra vez de nosotros mismos. ¿Cómo vamos a fiarnos de los creyentes? ¿Qué va a ser de los que queremos creer y no podemos? ¿Por qué no logro matar a Dios en mí? ¿Por qué sigue habitando en mi ser? ¿Por qué me acompaña humilde, a pesar de mis maldiciones que pretenden eliminarlo de mi corazón? ¿Por qué sigue siendo una realidad, que se burla de mí y de la que no me puedo liberar? ¿Me escucha?
— Lo escucho.
— Yo quiero entender, no creer. No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro y me hable.
— Pero continúa en silencio.
— Clamo a él en las tinieblas y nadie contesta a mis clamores.
— Tal vez no haya nadie.
— Entonces la vida no tendría sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada.
— La mayoría de la gente no piensa en la muerte ni en la nada.
— Un día, llegan al borde de la vida y deben enfrentarse a las tinieblas.
— Sí. Y cuando llegan...
— Calle. Sé lo que va a decir. Que el miedo nos hace crear una imagen salvadora. Y esa imagen es lo que llamamos Dios.
— Lo noto preocupado.
(El séptimo sello - Ingmar Bergman)

1/25/2011

¿Cómo sabes si tienes sed si nunca has bebido?


-¡Teo! ¡Teo! ¿Dónde estás? Ven aquí, ¡corre!  - Lía llevaba  puesta una camiseta cinco tallas más grande llena de pintura de mil quinientos colores que dejaba entrever sus nalgas perfectamente redondas. No llevaba nada más que su pelo anudado en una trenza sin terminar y debía ser medido día ya que el sol volvía a brillar.
-¿Qué pasa, Pecas? - le dijo él asomándose por la puerta con cara de recién levantado y pantalones de pijama a cuadros.
-El Colacao, que hoy sabe a avellanas - miró la taza que tenía delante, removió un poco la cuchara tambaleándose y se lo llevó a pasos chiquititos - Prueba. 
-A mi me sabe igual.... - la cara de ella frunció el ceño, como si le hubiese dicho que hoy no iban a montar el Lego. 
-Teo, tengo que decirte algo. - hizo una pausa mientras que se apoyaba en el mueble blanco sobre el que reposaban cientos de libros sin orden - Te he hecho un hueco en la cama. 
Él la miró con ternura. Se notó como sus párpados se derretían al tenerla abrazada entre sus piernas los dos minutos siguientes.
-¿Ah, sí?
-Es que, es entonces, cuando das ese paso y cierras la puerta tras tus pies, marcando con cuidado la huella tras el umbral, cuando sabes que quizá mañana la abras y todo lo de fuera haya desaparecido tiñendo las bolsas de té de las paredes con una música que ni siquiera suena. Y sólo te queda eso, la esperanza de tener ese círculo y saber que contigo dentro todavía puede echar a rodar. ¿Entiendes?
-Es todo por el hombre del Coco, ¿no? Para que no venga a por mi...
-No, tonto. Es para que no venga a por mi...



-Tiene usted mala cara - dictaminó.
-Indigestión- repliqué
-¿De qué?
-De realidad.
(El juego del Ángel - Carlos Ruiz Zafón)



    1/20/2011

    Capicúa.



    Los árboles se movían, entendían que ya no se trataba de honor, que eso simplemente había quedado relegado en los viejos relojes de cuco que sonaban de cuando en cuando. Desde el baño, por debajo de la puerta, se intuía un leve aroma a lavanda y la humedad concentrada de una bañera llena de anhelos.
    Jugaba a las canicas apoyando su enorme moño mal cosido contra la pared, sus dedos se movían tejiendo un vals tan sutil que parecían flotar entre todas aquellas pompas.
    La luz ténue dejaba oír el tráfico de fuera y aún así Humoresque la acompañaba vacilón, siempre a medias tintas.
    Se dejó caer, como un peso muerto que agradecía el calor de sentir todo el cuerpo arropado por algo que no podía abrazar, delegó su hígado al sumidero y su boca languideció obligandóla a cerrar sus párpados.
    El miedo de que todo lo que la rodeaba se convirtiera en humo, pasar a ser una M escrita en minúsculas, que sus ojos dejasen de atravesar su nuca....




    "-Me importa- repuso Clary. - Yo no soy Jace.
-Nadie lo es. Y me da la sensación de que èl lo sabe.
-¿Qué se supone que significa eso? 
-Ah, ya sabes. Jace me recuerda a un antiguo novio mío. Algunos tíos te miran como si quisiesen acostarse contigo. En cambio, Jace te mira como si ya lo hubiesen hecho y hubiese sido genial."
    (Cazadores de Sombras)


    1/15/2011

    Mi devoción será morder una manzana y desgranarla en el corral.



    -Asúmelo, lo único que puedes sentir hacia mi es gratitud. Aunquemicanapuedallevarteporlacalle delaamargura.
    Fue así como Clara me plantó en el vagón del metro, como si dejase tirado sobre el asiento el periódico que recién había ojeado tras haberlo cogido de un montón a la entrada de aquellas puertas de metal.
    Cuando me di cuenta de que el sonido de partida ya había pasado ella ya se había camuflado entre las losas de las paredes y se había calcificado en mis uñas.
    La conocí no mucho antes cuando compartimos un taxi que salía de Atocha:
    -¿Te importa que compartamos? - le pregunté; y  una vez que accediera y sonriendo me ayudara a subir las maletas le dijé que no tenía más que dólares, que acababa de volver de viaje. Ella me miró y no dijo nada. Volvió a dirigir su cabeza hacia la ventanilla y la bajó intentando buscar el único rayo de sol entre todos esos edificios.
    Cuando llegamos volvió a sonreirme.
     - Son mil pesetas, ymelasdebes. Y se bajó en el veinticuatro de la calle Villanueva con su maleta gris y su sombrero nuevo.




    "Tendemos a la muerte como la flecha al blanco, y no fallamos jamás, la muerte es nuestra única certeza y siempre sabemos que vamos a morir, no importa cuándo y no importa dónde, no importa la manera. Pues la vida eterna es un sinsentido, la eternidad no es la vida, la muerte es el reposo al que aspiramos, vida y muerte están ligadas, aquellos que demandan otra cosa piden lo imposible y no obtendrán más que humo como recompensa. Nosotros, que no nos contentamos con palabras, consentimos en desaparecer y aprobamos nuestro consentir, no elegimos nacer y nos consideramos afortunados de no sobrevivir en ninguna parte a esta vida, que nos fue impuesta más que dada, vida llena de preocupaciones y de dolores, de alegrías problemáticas o malas. Que un hombre sea feliz, ¿qué demuestra? La felicidad es un caso particular y nosotros observamos sólo las leyes del género, razonamos a partir de ellas, sobre ellas meditamos y profundizamos, despreciamos a quienquiera que busque el milagro y no estamos ávidos de beatitudes, nuestra evidencia nos basta y nuestra superioridad no se encuentra en otra parte."
    (Breviario del Caos - Albert Caraco)

    1/04/2011

    No sé ni quién es ni dónde está pero sé que existe.






    “Nec me pudet, ut istos, fateri nescire quod nesciam”.

    La clase había terminado. Como todas desde el comienzo del curso Cicerón aparecía cerrando los apuntes de la jornada. Salían a tropel todos los muchachos por las dos puertas laterales mientras el Profesor Donovan terminaba de recoger los folios que le habían dejado apoyados sobre su escritorio. Él no llegaba a los treinta y cinco, era un hombre bastante apuesto, no muy alto pero con un brillo no del todo claro en su mirada.
    -Miss Dagis, ¿podría venir un momento, por favor? – una joven que cargaba con una carpeta entre sus brazos a modo de escudo y unas gafas grandes que prácticamente cubrían toda su cara se acercó a él con movimientos tan ligeros y lentos que cuando llegó al final el aula ya estaba prácticamente vacía.
    -¿Sí, Profesor? – él continuaba empaquetando sus cosas y sin levantar la mirada sacó de su vieja cartera marrón un sobre con el nombre de la alumna al dorso.
    -He presentado su trabajo de Navidad a la Academia, dirán algo dentro de un par de meses – se puso la gabardina azul oscuro y el sombrero y se dispuso a salir por la misma puerta por la que antes habían pasado todos aquellos trozos de personas.
    -Es curioso. Me pidió que escribiera sobre el verano y terminé diciéndole que las cajas de cartón no pegaban con el amarillo de mi habitación.
    -Sí, sí, Miss Dagis. La cuestión es que a ellos les guste, no a mi. 




    “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta; la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta.”
    (Vladimir Nabokov)