12/17/2012

El goce exige sequedad




La Navidad vuelve a llegar oscura, casi lúgubre. Por muchas luces que se empeñen que coronar la ciudad siempre quedará de fondo ese olor a lumbre de gruta profunda, de la que no querremos salir, asustados de lo que podamos encontrarnos fuera.




“-¿Sabe usted una cosa? -dijo el antigüedario-. Seguramente le voy a pagar un buen precio.
-Será una gran alegría para mí dijo Colin-. Todo me va mal ahora.
-Así es la vida. Las cosas no pueden ir siempre bien -dijo el antigüedario.
-Pero las cosas podrían no ir siempre mal-dijo Colin-. Se recuerdan mucho mejor los buenos momentos; entonces, ¿para qué sirven los malos?”
(La espuma de los días - Boris Vian) 


¡Ah! Las fotos siguen saliendo de O'connor is dead

11/27/2012

Y cuanto más riesgo, más rentabilidad.


Tu día cambia según el sonido del despertador que utilices. Hay veces, incluso, que tu cuerpo está tan programado que, minutos antes de que suene, tus ojos saltan y ya no puedes volver a cerrarlos.

Se levantó como cualquier otro día y escurriéndose hasta la cocina puso el hervidor a todo gas para hervirse su primer té, con cuatro galletas de las más tontonas e insípidas que le traían directamente desde la capital inglesa. Era una necesidad como cualquier otra antes de encerrarse en el cuarto de baño y disponerse hasta encontrar el yo que quería presentar ese día al mundo.
Tardó un poco más de lo habitual, el espejo parecía más difuminado que nunca y trazar la raya del corazón se hacía más imposible que nunca.
-Moira, llegas tarde, hoy te toca pasear a Draco - su madre apareció detrás de la puerta para largarse al minuto siguiente dejándole el recuerdo del nombre espantoso que le habían puesto al pobre perro, no había cara más desagradable que la del personaje del cuento.
Cuando salió de casa, con dos minutos de retraso en la mochila que lacraban su perfecta puntualidad inglesa, intentó que la prisa no se le atragantara en la garganta así que se enfundó en su enorme bufanda beige de invierno escondíendose bajo una pequeña boina a juego. Pero ya no le encontró. Ni a la salida de su casa ni en todo el camino que hacía cada mañana hasta el trabajo, esos dos minutos se lo habían robado.
Los semáforos estaban en rojo y las calles más ocupadas que de costumbre, algo que hacía extremadamente díficil manejar la bicicleta, sobretodo cuando desde los dedos se le había congelado hasta el esternón. El autobús ya había salido y sus mejillas sonrojadas, conocedoras de la espera de otros veinte minutos hasta el siguiente, le pedían a gritos un chorro de calor.
Entró en la cafetería más cercana y pidió un café con leche, bien cargado. Hacía por lo menos 2 años que no probaba la cafeina y Moira no sabía bien si lo hacía por necesidad de calentarse o por si esperaba que el bofetón de adrenalina pusiese de nuevo su día de vuelta a la rutina habitual; pero en el fondo era tan aburrida.
Le entregaron una delicada taza con un pequeño cuadradito de chocolate negro apoyado sobre el plato, junto con un trocito de papel doblado al que ignoró en un primer momento. Al fondo de la barra, un chico de pelo rizado, un tanto alocado, sostenía un zumo de naranja que levantó a modo de guiño cuando cruzaron sus miradas. Se levantó y, en aras de ser observada un poco más de cerca, pasó a su lado hasta el cuarto de baño.
-Sígueme- eso ponía el papelito, pero cuando se dio cuenta él ya había salido y su búsqueda le había hecho perder el siguiente autobús. Quién sabe qué se encontraría en éste.






Hace 40 años los beatles le preguntaron al mundo una pregunta muy simple, querían saber de donde venía toda la gente que estaba sola, mi teoría más reciente es que la mayoría de la gente solitaria viene de los hospitales, para ser más exactos, del ala de cirugía de los hospitales. Como cirujanos igormos nuestras necesidades para atender las necesidades de nuestros pacientes, ignoramos nuestras amistades y familiares para poder salvar a los amigos y familiares de otra gente lo que significa que al finalizar el día lo único que realmente tenemos es a nosotros mismos y nada en el mundo te puede hacer sentir más solo que eso. Hace 400 años otro hombre conocido tenía una opinión sobre la soledad: John Don, él creía que nunca estábamos solos, claro que quedaba mejor cuando él lo dijo, ningún hombre tiene una isla entera para si mismo, dejando a un lado todo eso de la isla... solo quería decir que lo único que una persona necesita es alguien que se le acerque y nos haga saber que no estamos solos, y ¿quién dijo que ese “alguien” no pueda tener 4 patas? Alguien con quien jugar, o con quien correr o con quien simplemente estar.
(Anatomía de Grey)

10/28/2012

Hay que empujar las ruletas para que rueden




Había conseguido esos zapatos en una tienda superguay del centro. Entró porque buscaba algo que ponerse con el vestido de su graduación, se conoce que todavía no estaba bien visto pisar clavos sin suela de cuero. Se probó un par de ellos y, después de sentirse como una Cenicienta sin Príncipe Azul, calló a la dependienta preguntando por "esa caja de ahí arriba". 
Perfectamente envueltos en un papel seda color burdeos aparecieron los primeros destellos acharolados de unas hormas masculinas olvidadas desde el año '73. Fue amor a primera vista, como esos que ya, por culpa de tanto buscarlos, no existen. 




I called you today
Wanting a change
I never meant to hurt anyone
Never meant for you to pull out your guns

But feelings won't stay
In this meager parade
You're beating to a different drum
In this lack of all luster we've become

Save your breath / you know we've
Both tried our best / but it's leaving

This might as well be done
I'm falling with the sun
When the hours getting sour won't save with time
And I'm waving off the one
Who wouldn't let me run
Though we try it's a lie I can't keep dragging on
I'm untying this sinking stone....

Don't sit on the fence
Living past tense
Holding on to wishes and words
Folding out a picture we blur

Cause here in the end
I'm losing a friend
Fighting back a tear when it burns
Dividing up the pieces that we were

Save your breath / you know we've
Both tried our best / but it's leaving

This might as well be done
I'm falling with the sun
When the hours getting sour won't save with time
And I'm waving off the one
Who wouldn't let me run
Though we try it's a lie I can't keep dragging on
I'm untying this sinking stone....

I can't say you're all alone
I'm accepting what I own
Here lies a blanket not a bandage

I'm unable to restrain
When the wake that we became
Is drawing me undering


[Sinking Stone - ALISON KRAUSS AND UNION STATION]

10/18/2012

One Sunday Morning



Cuando el viento sopla, son los árboles los únicos que quedan impunes. Pierden sus hojas y ondean sus ramas pero sus troncos se llenan de los aires que llegan, trayendo tactos nuevos y memorias futuras. Desde que Lía había dejado la playa, Teo salía todas las mañanas en su bicicleta, con los pantalones por la rodilla y un calcetín de cada pareja, a recorrer el camino de piedra. Pedaleaba hasta la punta del faro y se sentaba sobre la pequeña casita al borde del acantilado.
En verano le gustaba saltar desde allí al mar. Durante los 4 ó 5 metros de caída recuperaba un trocito de su vida sin anestesia, hasta que de golpe chocaba con el agua y era como si le hubiesen vuelto a enterrar en las profundidades.
Pero por eso se sentaba allí a escuchar al mundo, porque cuando el viento sopla no hay promesas que valgan.




Creo que una de las experiencias humanas más universales es sentirse solo. Uno nunca lo sabrá, pero posiblemente haya montones de gente sintiéndose exactamente igual. Quizás porque te sientes completamente abandonado. Quizás te diste cuenta de que no eres tan autosuficiente como creíste. Quizás porque sabes que debiste manejar algo de forma distinta. O quizás porque no eres tan bueno como creíste que eras. Como sea, cuando llegas a tocar fondo, tienes una opción. Puedes sumirte en la autocompasión o puedes tragártelo. Es tu decisión.
[Scrubs]

9/26/2012

Querido Invierno:


Ya no es época de pamelas. No sé muy bien si se las ha llevado el verano o si  fue Lady Di después de su accidente de coche.
La cuestión es que mi querido invierno llega de sopetón a la capital y hace que Londres no parezca tan frío. Además, adentrarse en el laberinto de las mil mantas y el chocolate caliente le hace a uno sentirse en casa, aunque la esté guardando en cajas ahora mismo.



Richard regarded his solitude as something sacred, as a well earned badge of honor. A cloak, to be worn to ward off life. As his safety. Solitude is who he was. This caused those in his life to view him with a barely veiled conptempt. Richard was certain that he was not liked, which is hard on a man. Maybe it was because he gave nothing that he received nothing in return. In any case, his situation had become intolerable. The closest things he had to friends were either imaginary or extinct. Richard reached a point in his life when this was no longer enough. And then she met a girl. And she was warm, and she was sad, and maybe she was lonely in a way that reminded him of himself. She had lost things that a girl should never have lost. And she knew things, and she taught him. And Richard thought, maybe this is what friendship feels like. Maybe.
(Paper man)

8/28/2012

¿Sabías que.........?



-No hace tanto calor. Madrid está vacío, y no tengo sueño. - había vuelto a repetirse lo que un día fue costumbre y, aunque el vacío se había traducido en alivio, tengo que reconocer que mi estómago se retorció y tuve que correr al baño en cuanto leí al mensaje. Menos mal que ya me había dado por vencido hace un tiempo y a partir de entonces el teléfono se quedaba apagado por las noches, no sé qué tal me hubiera sentado un puñetazo así de fuerte a altas horas de la madrugada.
Me quedé sentado en el baño por lo menos un cuarto de hora, escribiendo respuestas mientras me desnudaba como mera necesidad para atravesar el mundo. Cuando me di cuenta había modificado ya completamente el pasado e iba camino de hacerlo con el presente, estaba claro que, para mi, magia era volver a la evidencia.
Los días siguientes tampoco supe qué contestarla, Cati siempre me había llevado dos siglos de ventaja y una vez más me sentí desbordado, consciente de que no pasaría nada la próxima vez que la viese, que ella me miraría una vez a los ojos y me volvería a sentenciar.




Inez: Ok. Trabaja en una tienda de nostalgia.
Carol: ¿Qué es una tienda de nostalgia?
Paul: Ah, ¿no me digas que es una de esas donde venden muñecas de Shirley Temple y viejos aparatos de radio?
Inez: ¡Exacto!
Paul: Nunca he sabido quién compra eso. ¿A quién le interesa?
Inez: Pues… a gente que vive en el pasado. Gente que cree que su vida habría sido más feliz si hubieran vivido en épocas pasadas.
Paul: Mmm. ¿Y en qué época habrías preferido vivir tú, Don Quijote?
Inez: (ríe) En París, años veinte.
Gil: Sí…
Inez: ¡Bajo la lluvia!
Gil: Bueno, es una gran idea…
Inez: Cuando no era lluvia ácida. ¡Lo siento! (interrumpe)
Paul: Uh, entiendo. Sin calentamiento global, sin televisión ni terroristas suicidas, ni armas nucleares ni cárteles de drogas.
Carol: Es el típico cliché de las historias de horror.
Paul: Es que la nostalgia es negación. Una negación del doloroso presente.
Inez: Bueno, Gil es un completo romántico, porque él sería más que feliz viviendo en un estado de perfecta negación…
Paul: Y el nombre para esta negación es “el complejo de la edad de oro”.
Inez: Ah.
Carol: Touché.
Paul: Sí, se trata de la idea errónea de que un periodo distinto es mejor del que vivimos. Sabes, ese es el fallo de la imaginación romántica de aquellas personas que tienen dificultades para enfrentar el presente...
(Midnight in Paris) 

 


8/11/2012

Mañanas sucias, tardes de papel cuché.



Hay niños que nunca dejan de perderse. Incluso cuando ya no lo son.



El charlatán predica delante del pozo. "Quien se tire dentro", dice, "será feliz". Los que nos detenemos a escucharlo contenemos la curiosidad con una expresión incrédula. Pero estamos atentos. Por un lado, porque el hombre sabe hacerse escuchar y, por otro, porque no tenemos nada mejor que hacer. A diferencia de otros pozos, éste se hizo popular cuando, con la ayuda de una megafonía sensacionalista, el charlatán empezó a anunciarlo como si de una atracción de feria se tratara. No cobra entrada, sólo pide la voluntad. Después de semanas de pensar mucho en ello, un día me tiro. Previamente le pago lo que considero justo a cambio de escucharle decir "serás feliz", así, sin dar más detalles. En un primer momento, la excitación me impide experimentar nada especial. Caigo, eso sí que lo noto, y también percibo que el pozo es muy oscuro, y que el agujero por el que me he metido se aleja rápidamente. Sin ver nada en absoluto, siento que la oscuridad se ensancha y que, aunque no dispongo de ninguna prueba que lo confirme, no estoy solo. Grito. Vuelvo a gritar. Como nadie responde, deduzco que los demás también están gritando y que si no los oigo es porque cada cual debe de gritar para sí mismo. Caigo. Y me caigo todavía más. Nunca habría imaginado que sería un pozo sin fondo. Pero, cuando me tentó para que me tirara, el charlatán no especificó, sólo dijo que, si lo hacía, sería feliz. Y lo cierto es que, mientras me precipito hacia unas tinieblas todavía más intensas que las de hace un rato -o las de hace meses, o las de hace años, ahora eso carece de importancia-, acompañado por otros seres que tan sólo intuyo, quizá sí soy más feliz de lo que era antes. Pero resulta difícil decirlo porque de antes no me acuerdo, oye.
Sergi Pàmies (Si te comes un limón sin hacer muecas

7/22/2012

Que quién te diga qué.




Había sido siempre el chico simpático que pasaba desapercibido. Si preguntabas por él, lo más común era escuchar un: "Sí, Alfred, un tipo majo..." pero te enfrentabas a la total incapacidad de definir un rasgo de su cara. Y sus días pasaban así, ausentes, porque él había decidido que así seguiría siendo el resto del tiempo. Se había acostumbrado a ser un simplón, a permanecer al margen, a ser el buen amigo de la chica de la que siempre había estado enamorado.
Cuando por las mañanas, con mi taza de ILondon cargadita de cappuccinos de tranquilidad y vientos del norte, me paro a observarle, puedo ver al niño que creció conmigo jugando al pilla-pilla, al mismo, sólo que con unas cuantas tallas de pantalón más (pero no muchas). Me quedo mirándole como si me diese pena, como si por una parte me gustase que se quedase bajo la lluvia hasta que su corazón se empapara mientras que por otro lado se me antoja necesario que siga comprando el periódico a la misma hora cada amanecer. Para luego llegar a mi puerta y contarme qué pasa en el mundo.




I bet you get into these dramas all the time like with Jeff and me. Where you cause all this drama and you've no idea why. I'm my opinion, you're doing it to distract yourself from becoming the person you're meant to be. She might not look like the way you pictured when you were aged 16. Her job might not be cool. Her hair might not be floating like a mermaid. And she might be serious about some things. Or someone that might be a lot happier than you are right now.
(Girls - leave me alone)

7/09/2012

Yo sí quiero un título.




Se podía llegar a plantear la vida incluso como una rueda, observando lo monótona y aburrida que debía de ser una de sus jornadas. Regresar siempre al principio, irse una noche a la cama para saber que en unas horas tenía que volverse a levantar.
Desde que volviera de los confines de los brazos de su abuela, Silvia caminaba siempre por las mismas calles, iba a los mismos sitios, veía a la misma gente en el autobús y leía los mismos libros; pero lo peor de todo, sin duda, era que siempre estaba la misma persona al otro lado del espejo, con los mismos gestos, iguales caras, una y otra vez. No era que hubiese perdido su vida como si de un aéreo con destino al lugar más magnífico del mundo se tratase, era más bien la inconsistencia de ignorar cuáles de los caminos que tenía delante estaba más iluminado.
Tanto calor fuera y tanto frío dentro, las flores que normalmente poblaban sus faldas se habían vuelto lacias, el olor de la ciudad imploraba con urgencia la presencia de unos nuevos zapatos, o de un captador de luces como el de Dumbledore, para luego poder encender las farolas que se encontrase.




“La esencia de mi opinión actual es que los sentimientos son la expresión de prosperidad o de la aflicción humanas, tal como ocurren en la mente y el cuerpo. Los sentimientos no son una mera decoración añadida a las emociones, algo que se pueda conservar o desechar. Los sentimientos pueden ser, y con frecuencia son, revelaciones del estado de la vida en el seno del organismo entero: una eliminación del velo en el sentido literal del término. Al ser la vida un espectáculo de funambulismo, la mayoría de los sentimientos es expresión de la lucha por el equilibrio, muestra de los ajustes y correcciones exquisitos sin los que, con un error de más, todo el espectáculo se viene abajo. Si hay algo en nuestra existencia que pueda ser revelador de nuestra pequeñez y grandeza simultáneas, son los sentimientos.”
(Antonio Damasio - En busca de Espinoza) 

5/29/2012

They just grow up... and they are so fulfilled.


Hacía tiempo que Caty había dejado de jugar a los playmobil. Había llegado un punto en el que le había dejado de interesar seguir uniendo los puntos del crucigrama, total, ya sabía que no podría llegar a descifrar un dibujo distinto y en ansia y la fatiga habían conseguido allanar a la bestia.
Se ponía los cascos mucho más de lo habitual, la música templaba su sangre evitando así que se tatuara, por quinta vez consecutiva, la idea de que cuanta más gente amas más débil eres. Ella había sido siempre puro instito de superviviencia y, aunque ahora se taponara los oídos y mordiera el alma, el corcel que anida dentro sigue queriendo relinchar de vez en cuando.
Ya no tenía encuentros, y no porque el destino no le llevase a ello sino porque los ojos no podían más que mirar al infinito y encontrar el blanco anacarado de la playa que se había tragado su alma como si un grano de arena se tratase.
No era turno ni siquiera para Álvaro que, cansado de intentar cambiar la situación, se conformó con cambiar la forma de enfrentarse a ella y así, esperar a que el monstruo despertara de nuevo y buscase nuevos vientres de los que alimentarse.



I thought I understood it, that I could grasp it, but I didn't, not really. Only the smudgeness of it; the pink-slippered, all-containered, semi-precious eagerness of it. I didn't realize it would sometimes be more than a whole, that the wholeness was a rather luxurious idea. Because it's the halves that halve you in half. I didn't know, don't know, about the in-between bits; the gory bits of you, and the gory bits of me.

(Like crazy)

5/11/2012

Llámame X y cuéntame un cuento.





-Te he dicho mil veces que no quiero soplar las velas. 
- Déjate de tonterías, me hace ilusión. ¿Tanto te importa?
- Me gusta así, que la cera se deshaga. Que nadie mate la llama, ni aunque sea un soplo sin esperanza. 











Los demás invitados estaban repartidos en grupitos por todo el salón. La mayoría de los chicos balanceaban rítmicamente la cabeza adelante y atrás, y las chicas dejaban vagar la mirada. Algunos tenían un vaso en la mano. Unos seis o sieta bailaban al son de A question of time . Mattia se preguntó cómo no les daba vergüenza moverse de aquel modo delante de todos, aunque luego pensó que era lo más natural del mundo, y por eso precisamente él era incapaz de hacerlo.

Denis le había dicho que los primeros contactos siempre son los mismos, como las aperturas de ajedrez. No es preciso inventar nada, porque ambos buscan lo mismo. Después el juego sigue su propio derrotero y es entonces cuando se necesita estrategia.

Recordaba, sí, aquel momento, pero había olvidado muchos otros, porque el recuerdo de las personas que no amamos es superficial y se evapora pronto.
(La soledad de los números primos - Paolo Giordano) 

4/18/2012

Para ser grande, sé entero.



La carretera no es tan solitaria como todos se la imaginan: tengo en mente la imagen de aquel verano, en ese coche viejo que por no tener podría no haber tenido ni llantas. Hacía calor, pero ya ni eso importaba, el viento entraba por la ventanilla queriendo empujarla, intentando convertirla en forma de algodón para transportarla hasta él y tenderle una emboscada. Aún cerrando los ojos veía como las lagunas del bochorno en la lejanía del asfalto aparecían y volvían a esconderse, no había árboles, ni grillos; sólo alguna gasolinera  cochambrosa de carretera y un puñado de fronteras.
Había elegido la peluca azul magenta, chillón, porque era como se imaginaba el fondo del mar, siempre había estado segura de que ahí debajo volaban muchos más pájaros que los que somos capaces de guardar en jaulas y alimentar a base de retales.
Ya no había razones para regalarle más lágrimas al mar; ni a la carretera. El viaje había comenzado, como comienza todo una vez que lo anterior se ha terminado. Sólo podía escucharse el ronrroneo de un motor gentil, dispuesto a acompañarla a donde se propusiera, quizá a ser una nueva estrella.





Había llegado a desear la amnesia, o quemar mis recuerdos unos después de otros, o bien reunirlos como un montón de madera muerta, atarlos con un hilo transparente, o mejor, envolverlos con una tela de araña, y librarme de ellos en la plaza del mercado. Venderlos por un poco de olvido, por un poco de paz y silencio. Si nadie los quisiese, abandonarlos como equipajes perdidos. Me imaginaba ponderando su riqueza, su curiosidad, su rareza, y también su extrañeza. De hecho me veía mal en ese mercado de las memorias que se dan, se intercambian y se van en polvo o en humo. Sería demasiado cómodo.
Salir, adelantar la cabeza invertida, mirar el cielo, sorprender al final de la jornada la salida de un astro, el camino de alguna estrella y no pensar más. Elegir una hora discreta, una vía secreta, una luz suave, un paisaje donde seres amantes, sin pasado, sin historia, estaría sentados como en esas miniaturas persas donde todo parece maravilloso, fuera del tiempo. ¡Ah!, si pudiese franquear este seto lleno de picas, este seto, verdadera muralla móvil que precede y me bloquea el camino, si pudiese atravesarlo a costa de algunas heridas e ir a tomar sitio en esta miniatura del siglo XI; manos de ángel me depositarían sobre esa alfombra preciosa, en silencio, sin molestar al viejo narrador, un sabio que practica el amor con gran delicadeza. Le veo ahí a punto de acariciar las caderas de una joven, feliz de darse a él, sin temor, sin violencia, con amistad y pudor...
Tantos libros se han escrito acerca de los cuerpos, los placeres, los perfumes, la ternura, la dulzura del amor entre hombre y mujer en el Islam..., libros antiguos y que nadie lee ya hoy día. ¿Dónde ha desaparecido el espíritu de esta poesía? Salir y olvidar. Ir hacia lugares retirados del tiempo. Y esperar. Antes, no esperaba nada, o más bien, mi vida estaba regulada por la estrategia del padre. Acumulaba las cosas sin tener que esperar. Hoy, voy a tener el placer de esperar. Qué importa qué o a quién. Sabré que la espera puede ser una ceremonia, un encantamiento, y que de la lejanía haré surgir un rostro o una mano; los acariciaré, sentada ante el horizonte que cambia de línea y de colores, los veré marchar, me habrám dado así el deseo de morir lentamente ante este cielo que se aleja...
(El niño de arena - Tahar Ben Jelloun) 

4/12/2012

Co-Laburando.




Había algo de camaleónico entre los tacones de Jen y su camisa de andar por casa, una camisa blanca, ancha y suelta que le gustaba ponerse cuando aterrizaba de vuelta a su pequeña ciudad. No era por desperdiciar lo grande, ya que los labios color carmín y sus cabellos rubios recogidos en un moño le parecían una mezcla del todo acertada para las comidas de sushi informal y los platos más sofisticados de la élite de la capital. Tenía, por obligación, un par de almuerzos semanales con socios de todas partes del mundo y así, aprovechaba para degustar los platos más en boca y los cócteles más refinados. Cuando llegaba el fin de semana le gustaba mantenerse dos centímetros por encima del suelo y cambiaba el cuchillo y el tenedor por unas suaves hmaburguesas o pizzas para comer en el momento, incluso sentándose con las piernas cruzadas en medio de la plaza de San Ildefonso; sí que podía embucharse en sus queridos vaqueros raídos entonces.
Pero anhelaba el olor de la cocina de casa, de los baldosines azules que acompañaban los guisos de su abuela, de las mañanas en la huerta y las tardes ordeñando el ganado; recordando un resolillo que su familia se había empeñado en que no era para ella. Iba de pasada, como siempre. Desde que se marchó a Inglaterra, sus paseos por las calles de piedra habían sido puntuales y efímeros, pero su reencuentro con la cuchara, aunque se hacía esperar, llenaba de olor su corazón hasta la próxima escapada.
-¿Ya te vas? - le preguntó su madre nada más ella apoyar la maleta en el recibidor de la casa de campo, erguida sobre largas vigas de madera antigua.
-Me están esperando, seguro - le contestó Jen dándole un beso en la mejilla. Salió disparada bajando las escaleras, ya con su atuendo de guerra preparado. Recorrió las pequeñas callejuelas del pueblo de piedra, desierto a esas horas, para llegar al río. Abrió la pequeña puerta roja, recorrió los geranios y se encontró con un par de mariquitas por el camino. El hedor de la carne en la lumbre se podía intuir desde la entrada, acompañado por el pan que el abuelo acababa de hornear en la piedra. Allí, efectivamente, esperaba su guiso; ese que ella había pedido cada cumpleaños y que por mucho que intentase nunca lograba que saliese tal cual aquella señora de mirada entrañable y pelo cano bordaba. Un tenedor de plata sobre una servilleta de lino perfectamente doblada y unos minutos de gloria para reponer fuerza y recordar qué es estar en casa.




House: Era perfecto, hermoso.
Wilson: La belleza, a menudo, nos seduce en el camino a la verdad.
House: Y trivialmente nos parte en dos.
Wilson: Muy cierto.
House: ¿Eso no te molesta?
Wilson: ¿Que te equivocaras? Trato de superar el dolor.
House: No estaba equivocado, todo lo que dije era cierto, encaja, era elegante.
Wilson: Y, ¿la realidad se equivocó?
House: La realidad casi siempre es un error.

(House)

3/24/2012

Por regresar de entre los muertos con la llave del futuro



-A mi no me gusta que me pongan boca abajo hasta que me suba la sangre a la cabeza, ahí ya tengo demasiada sangre. Ni que me choquen por todas partes o intenten asustarme; a mi lo que me gusta del Luna Park es la sensación del viento contra la cara mientras mis brazos hacen una fuerza brutal para aguantarse a la barra del carrito. El vaivén de la montaña rusa escapándose a 193 kilómetros por hora.
Es algo médico, tendrían que llevarnos una vez a la semana a montar en la montaña rusa. - Monipenny se rió, lo hizo como si de una sátira se tratase, buscando ahuyentar al miedo albergándose en el humor.
La primavera llegaba acompañada por las alergías, los sarpullidos en la piel nacían a medida que el frío se iba alejando a la vez que dejaba su recuerdo en el ángulo izquierdo de su ventrículo derecho, para que no se le olvidase que volvería. A Mon ya le habían dado un toque de atención, no podía seguir escapándose por los cerros de Úbeda, ya había tenido muchos meses de asueto y tenía que volver a hilar algunos pasatiempos escondidos en el cajón de la mesilla.
-Ya va siendo hora de que te recicles, lady. - Le comentó Ric en el último aire que tomaron. -Por lo menos, vuelve. 
Ella se había dado cuenta de estar más dispersa que nunca, quizá por la poca gana de encontrar tiburones dentro del agua con el que regaba sus cactus todos los días. Era como esa espina que se le había incrustado en el dedo índice y ya no quería marcharse. Y es que se estaba tan calentito allí...





-Lo que intento decirte es que entiendo lo que es sentirse el ser más pequeño, insignificante y patético de la humanidad y lo que es sentir dolor en partes del cuerpo que ni siquiera sabías que tenías. Y da igual cuántas veces te cambies de peinado, o a cuántos gimnasios te apuntes, o cuántos vasos de Chardonnay te tomes con las amigas, porque sigues acostándote todas las noches repasando todos los detalles y preguntándote qué hiciste mal o qué pudiste malinterpretar. Y cómo puñetas en ese breve instante pudiste pensar que eras tan feliz. A veces incluso logras convencerte de que él verá la luz y se presentará en tu puerta. Y después de todo eso y aunque esa situación dure mucho tiempo, vas a un lugar nuevo y conoces a gente que te hace recuperar tu amor propio. Y vas recomponiendo tu alma pedazo a pedazo, y toda esa época difusa, esos años de tu vida que has malgastado, empiezan por fin a desvanecerse.
(The Holiday)

2/26/2012

Pero echaré mucho de menos tus ronquidos.


Desde el retorno de Lía, sus memorias se habían convertido en dos. Había crecido la incesante sensación del nacimiento de una nueva rama, la de los recuerdos rápidos y débiles, esos que se descuelgan rápidamente y tienden a caer en el olvido, luchando contra los lengos, los fuertes, los escasos. Ambos convivían intentando forjar una neblina sobre los posos del té. 
Teo mantenía sus tardes en el sofá leyendo algún que otro libro cuando la luz ya se había ido, le gustaba el rincón de esa casa húmeda en consonancia a la pequeña luz que emanaba de la lamparita de noche, justo al lado de la estantería caoba que había heredado de su madre y que tanto olía a su necesidad de acariciar pero no apresar. 
Así continuaban los días, labrados por desvíos agradables que se tornaban en desalientos, trabajando forzosamente porque la ciudad no fuese capaz de sentirles como unos visitantes más para poder así abrirles las puertas de lo invisible, evadiendo la ducha por temor a que arrancara un pedacito más del poco cobrizo que ya quedaba en su cabello. 
Ni siquiera una sordina era suficiente para callar a los búhos aquella noche, los pájaros zarandeaban a las puertas de su casa, prediciendo la mano de Lía fuera de la bañera, ahogada en la desesperación, con los pulmones inundados por el desaliento del cuento que nunca pudo proseguir. 






"Primero sé libre; después pide la libertad."
(Fernando Pessoa)

2/13/2012

¿Qué sería del vino sin su color?



Cómo podían llegar a calmar todas las corrientes esos cuatro acordes perfectamente encajados; paseando y reflexionando Clara pasaba una y otra vez por delante de la apagada estufa, resultando que el tubo que hacía de chimenea se había bloqueado a la mitad, cansado de emanar tanto humo.
Las temperaturas predichas para los días siguientes eran muy inferiores a las necesarias para sobrevivir sólo con una manta atada a la cintura pero eso, aunque temerosamente, no podía considerarse como una mala noticia. Se estaba haciendo cada vez más pronto, los vasos en vez de vaciarse se rellenaban, aquello parecía una película de los años sesenta rebobinada a cámara lenta, dando la sufiente paz como para tumbarse en la cama y poder observar un rato el techo. 
¡Qué grande ese techo! Iba y venía, constantemente, acechador. ¿Qué sería lo que quería? Igual probaba a darle un mensaje al vendaval que retaba a las ventanas, no sabía que eran dobles y estaban bien atrincheradas; el chico guapo se había encargado de poner el super-glue suficiente para que de su corazón no pudiese salir ni una lágrima más, y es que ya le había dicho que aprendería a hacer zurcidos invisibles si fuese necesario. 
A la mañana siguiente, como todos los días, un mensaje en la bandeja del desayuno: Feliznosanvalentín, m-i a-m-o-r. Lo único que hasta entonces había conseguido escribir no atropelladamente. 







"Me di cuenta de que te amaba más que a mi propia vida y que prefería entregarme por completo a tu poder antes que seguir viviendo sin ti. La magia no podía hacerme nada peor que vivir sin ti. Estaba dispuesto a entregártelo todo y ofrecía al poder todo lo que tengo. Todo mi amor por ti. Cuando me di cuenta de lo mucho que te quería estaba dispuesto a ser tuyo fueran cuales fuesen las condiciones. Estaba protegido porque tu amor ya me había tocado".
(Richard Cypher, en El libro de las sombras contadas)

1/20/2012

The more he denounced his own time, the more complacent he became.



Pregúntale a tu piel si ella te dejará escapar. Mientras tanto, recuerda dónde besaste y qué zapatos llevabas. 






Martha: Well, aren't you going to apologize?
George: Wasn't my fault — the road should've been straight.
Martha: Not that! For making her throw up.
George: I did not make her throw up.
Martha: You most certainly did.
George: I did not.
Honey: [still drunk] No, now, no…
Martha: Well, who do you think did? Sexy, back there? You think he made his own wife sick?
George: Well, you make me sick.
Martha: That's different.
(Who's afraid of Virginia Woolf?)