11/27/2012

Y cuanto más riesgo, más rentabilidad.


Tu día cambia según el sonido del despertador que utilices. Hay veces, incluso, que tu cuerpo está tan programado que, minutos antes de que suene, tus ojos saltan y ya no puedes volver a cerrarlos.

Se levantó como cualquier otro día y escurriéndose hasta la cocina puso el hervidor a todo gas para hervirse su primer té, con cuatro galletas de las más tontonas e insípidas que le traían directamente desde la capital inglesa. Era una necesidad como cualquier otra antes de encerrarse en el cuarto de baño y disponerse hasta encontrar el yo que quería presentar ese día al mundo.
Tardó un poco más de lo habitual, el espejo parecía más difuminado que nunca y trazar la raya del corazón se hacía más imposible que nunca.
-Moira, llegas tarde, hoy te toca pasear a Draco - su madre apareció detrás de la puerta para largarse al minuto siguiente dejándole el recuerdo del nombre espantoso que le habían puesto al pobre perro, no había cara más desagradable que la del personaje del cuento.
Cuando salió de casa, con dos minutos de retraso en la mochila que lacraban su perfecta puntualidad inglesa, intentó que la prisa no se le atragantara en la garganta así que se enfundó en su enorme bufanda beige de invierno escondíendose bajo una pequeña boina a juego. Pero ya no le encontró. Ni a la salida de su casa ni en todo el camino que hacía cada mañana hasta el trabajo, esos dos minutos se lo habían robado.
Los semáforos estaban en rojo y las calles más ocupadas que de costumbre, algo que hacía extremadamente díficil manejar la bicicleta, sobretodo cuando desde los dedos se le había congelado hasta el esternón. El autobús ya había salido y sus mejillas sonrojadas, conocedoras de la espera de otros veinte minutos hasta el siguiente, le pedían a gritos un chorro de calor.
Entró en la cafetería más cercana y pidió un café con leche, bien cargado. Hacía por lo menos 2 años que no probaba la cafeina y Moira no sabía bien si lo hacía por necesidad de calentarse o por si esperaba que el bofetón de adrenalina pusiese de nuevo su día de vuelta a la rutina habitual; pero en el fondo era tan aburrida.
Le entregaron una delicada taza con un pequeño cuadradito de chocolate negro apoyado sobre el plato, junto con un trocito de papel doblado al que ignoró en un primer momento. Al fondo de la barra, un chico de pelo rizado, un tanto alocado, sostenía un zumo de naranja que levantó a modo de guiño cuando cruzaron sus miradas. Se levantó y, en aras de ser observada un poco más de cerca, pasó a su lado hasta el cuarto de baño.
-Sígueme- eso ponía el papelito, pero cuando se dio cuenta él ya había salido y su búsqueda le había hecho perder el siguiente autobús. Quién sabe qué se encontraría en éste.






Hace 40 años los beatles le preguntaron al mundo una pregunta muy simple, querían saber de donde venía toda la gente que estaba sola, mi teoría más reciente es que la mayoría de la gente solitaria viene de los hospitales, para ser más exactos, del ala de cirugía de los hospitales. Como cirujanos igormos nuestras necesidades para atender las necesidades de nuestros pacientes, ignoramos nuestras amistades y familiares para poder salvar a los amigos y familiares de otra gente lo que significa que al finalizar el día lo único que realmente tenemos es a nosotros mismos y nada en el mundo te puede hacer sentir más solo que eso. Hace 400 años otro hombre conocido tenía una opinión sobre la soledad: John Don, él creía que nunca estábamos solos, claro que quedaba mejor cuando él lo dijo, ningún hombre tiene una isla entera para si mismo, dejando a un lado todo eso de la isla... solo quería decir que lo único que una persona necesita es alguien que se le acerque y nos haga saber que no estamos solos, y ¿quién dijo que ese “alguien” no pueda tener 4 patas? Alguien con quien jugar, o con quien correr o con quien simplemente estar.
(Anatomía de Grey)