12/11/2009

La palabra ojalá es como un túnel.



Querida Yo,

Ya se que esta es mi carta número 478 y que hace bastante tiempo que dejaste de contestarme; de todas formas, aunque parezca increíble, me relaja escribirte de vez en cuando. En el fondo, se que ya no me lees.
Supongo que dejó de importarte lo que quiero y tengo que decirte hace mucho tiempo pero sigo reincidiendo porque ya no me cabe duda de que, aunque quisieras, no serías capaz de escucharme.
Estos últimos días no he parado de preguntarme si realmente te has olvidado de mi, o si alguna vez te tuve o me tuviste.

Anoche soñé otra vez con el reloj de la Puerta del Sol, ese que observaba de lejos cada vez que paseabas por el centro conmigo. En el fondo, tú sabes tan bien como yo que el tiempo nos va robando una gota de vida a cada segundo que pasa, pero te pido paciencia.

Creo que a estas alturas, sin haber recibido contestación alguna, ya sólo quiero disculparme. Ya no me importa lo que pienses tú y si te hice daño, me perdono. Lo he probado todo para ser quien realmente te mereces y te he intentado ofrecer cosas que una y otra vez has ido rechazando pero no pasa nada, yo no las he echado de menos porque se cuándo tengo que renunciar a algo y lo hago con la cabeza alta.

Ya se que me das la espalda y que no soy nadie para exigirte nada, sólo me gustaba verte relajada, hermosa, azul, solar, mimosa...

Te escribo hoy también porque ya estoy harta de que te quedes con mi confianza y mis ganas, que necesito que me lo devuelvas ya, de inmediato. Quiero mis bailes debajo de la nieve y mis mañanas escuchando la quinta de Beethoven, quiero mis versos, mis palabras, cada una de mis sílabas, quiero mi ímpetu, mis sueños y todos y cada uno de los puntos en los que me retuerzo de cosquillas si me tocan.




Por favor, lo único que te pido, es que no me hagas renunciar a otro día más sonriendo.


Quiero mi despertar saltando y el vuelco en el pecho cada mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LOCURA(S)