7/05/2009

¿Por qué escribo?

Me siento en la cama, con el ordenador delante, con una carpeta sobre la que sólo se apoya un papel. Y en mi mano un lápiz; con goma de borrar para todas las palabras mal ubicadas. 
Con una sola compañera. La soledad.
Puede ser que sea cierto que esté loca, pero sólo podría afirmarlo si conociese los límites entre la locura y la cordura, esa estrecha línea que separa los mundos entre los que me muevo, en los que yo también tengo derecho a soñar.
Escribo simplemente porque busco respuestas, porque mi cabeza es una ráfaga de ideas y claridad absoluta cuando lo hago. Porque llega la noche y tengo tantas cosas acumuladas dentro que no dejan que me duerma.
He descubierto que es un vicio solitario, algo que te engancha y que se convierte en la vía de escape de todos esos momentos que me gustaría borrar de la memoria. 
Escribo porque me gusta soñar, y porque soñar es gratis. Porque todo lo que imagino es aquello que falta en mi realidad.
Y no es más que mi autismo, mi ausencia y mi necesitad de realizarme constantemente las que hacen que siga escribiendo palabra tras palabra.
Me siento un bicho raro por no gustarme el bótox, por no querer salir de casa por las noche a los sitios de moda, por sentirme incómoda cuando me rodea tanta gente. Porque no soy capaz de aguantar conversaciones de besugos durante más dos minutos.
Resulta que son las personas que más cerca tengo las que no se dan cuenta realmente de lo que me pasa, de como soy, de que estoy pidiendo a gritos un poco de silencio a mi alrededor. 
Y es que solo cuando escribo es cuando me encuentro en una vida más allá, cuando pierdo la noción del tiempo y se desvanece la desilusión que habita dentro de un cuerpo cada vez más entumecido.
Es cierto que sueño despierta, que la nostalgia llena cada uno de los poros de mi piel y que la tristeza cada vez se hace más fuerte. 
Pero es que después de escribir sólo reina el silencio en mi cuarto y el vacío en mi cabeza. 
Mientras más me pierdo no dejo de encontrarme, pero nunca es tarde para seguir peleando, aunque haya carreras que parece que no tienen meta.
Me fascina pensar en poder encerrar la melancolía. Con mi coraje. Con mi indignación.
El tiempo nunca se detiene. El reloj no perdona a nadie.
Hay días en los que me gustaría ser más mediocre. 
Pero he tenido la suerte de cuestionarme a mi misma y a lo que me rodea; constantemente...

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