12/26/2013

Respireró piano per non far rumore



-Hay cierta delicadeza romántica en el sonido de la lluvia al golpear el cristal, ¿sabes? Quizá sea sólo el despertar de las rosas secas que acompañan su armonía, como si fuese primavera pero en mitad del más gélido de los inviernos. 
El chico guapo la miraba atento pero impasible, o impasable, o imposible. La intentaba escuchar mientras su cabeza se convencía de que no debía hacerlo, rescatando recuerdos amargos, momentos inválidos, abrazos rotos. El álbum se volvía a completar, las páginas pasaban llenas de fotografías de ellos juntos, separados y vueltos a juntar. Nadie dijo nunca que fuera a ser fácil. Pero es que eso estaba siendo jodidamente complicado.
-Me gusta verte así. Claro. Anticiclónico. Hierático.  - siguió ella cogiéndose las rodillas - No quiero entrar, ni rasgar, ni clavar. No quiero más de eso. Pero sí que quiero vida. Con su V. Quiero Volver a Vibrar. 
Paró un segundo, mirando al infinito, recordándose fuera del coche con cuatro carteles pintados a mano.  - Y las plumas serán preciosas, estoy segura; alas que virarán en direcciones opuestas porque los golpes harán que simules que no me conoces. Aunque estés aquí, diciéndome que puedo apoyarme. Pero es que aunque en la ciudad esté lloviendo no llamo para que apagues ningún incendio. Mi monólogo de hoy no escribe árboles, ni pinta canciones, ni corrige carreteras; sólo marca un día especial, el principio de un final cuya crónica parecía no estar anunciada, como si hubiera luchado para que no ocurriese. Pero he hecho de tripas corazón y las lágrimas han salido al son de esta ciclogénesis que parece que ha llegado para arrancar barandillas y levantar caudales, dispuesta a derrocar mentiras y dejar que por la ventana vuelvan a colarse lineas de luz en el techo. 
Él seguía en su exacta misma postura, perdiéndose en las farolas cada rato que buscaba evitar su mirada, porque se sentía incapaz de mantenerla, quizá porque sabía que era lo que podía delatarle.
-Estás tan asustada de tí misma que no quiero ni un 0,5%.- le contestó. Era lo único que el Chico Guapo podía esgrimir en ese momento así que ella, consciente de la pared de hielo que marcaba sus palabras, abrió sus manos y dejó que toda la sangre cayese, desnudándose, quedándose completamente seca. Consciente y culpable. Frunció el ceño y se olvidó de él por un instante, volviendo la mirada a lo que quizá era la razón por la que estaba ahí, con él.
Fue entonces, cuando él ya se había dado la vuelta, que corrió a su lado y, sintiéndose más diminuta que nunca, le dejó marchar, consciente de que no quería dolor para él, a sabiendas de que todos sus sueños se desmoronarían esa noche y que ya no habría ni iglesias al borde del mar ni mañanas de post-its que guiasen al desayuno.
-Lo que estoy es cansada de ir cincuenta metros por detrás y que parezca que voy uno por delante. Sólo quiero casa. Y volver a Volar.


“Qualunque cosa farai amala, come amavi la cabina del Paradiso.”
(Cinema Paradiso)                   

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