11/17/2009

Zás, y se dio la vuelta.





“El truco está en una sensación.”
A esta conclusión, a la edad de veinte años, ha llegado, Marco.
Marco es un chico como cualquier otro. Vive con sus padres y su hermano en una típica villa de provincia, al sur de Francia. Tienen un perro. Se llama Peter.
Es un chico feliz, los años de la infancia son un recuerdo sereno sobre el que medita e imagina cada vez más.
Estudia en Toulusse y está en cuarto de ingeniería informática, una rama que le tiene completamente enganchado y anonadado. Le gusta la electrónica y la arquitectura del cuerpo humano; su pasión es conseguir concebir un mecanismo bioinformática, una asociación entre la posibilidad software y la realidad celular.
Entre una clase y la otra, está con Xavier y Damian, el Calvo.
“¿Qué tipo de sensación?” pregunta Xavier.
Una sensación cualquiera”, responde. “Lo importante es la realidad de la sensación. No qué tipo de emoción”.
“¿Sensación o emoción?” dice el Calvo.
¿A caso importa? Lo que quiero decir es que la potencia de todo está en la posibilidad de percibir. ¿No es extraño?”
Sí, bueno…lo es” confirma Xav.
“Extraño, extraño” también Damian “para mi es algo que está en lo trascendente, algo que aunque es parte de nosotros no podrá nunca ser entendido por completo. Quizá esto es lo que nos empuja a estudiar: para entender”.
“See….”
“Incluso si nunca llegamos. Seguiremos sin llegar,” dice Marco.
A Xavier se le escapa una risotada.  Si seguimos con estos discursos pedantes se me quitan las ganas de estudiar. ¿Qué no?”
El Calvo también se rie, “Claro que un café ahora…..”
Marco hace un guiño con la ceja. Una carcajada los acompaña.
Tengo que llamar a mi hermano para preguntarle que ha pasado con el coche” dice Marco, “os veo allí”.
La sensación de percibir es algo innato.
Siempre le han dicho que los mejores años de la vida son los de la infancia, pero últimamente no parece tan convencido. La situación de su vida le parece como una espiral temporal, una involución interrumpida, una alternancia día y noche y después de nuevo día y después todavía noche.
¿Por qué tiene que terminar?
¿Por qué me tengo que terminar a mi tiempo?
He nacido para tener que morir, ¿Posible?
Es un rompecabezas que no logra solucionar, pero la obstinación de saber le impone la necesidad de encontrar una explicación que tenga algo razonable.
No quiere morir, le gusta demasiado la vida y…. se ha enamorado.

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