2/17/2017

99 días



-Ya te dije que era una radical. No sé por qué te extraña. 
Cati, con su pañuelo de colores anudado al cuello y su flequillo recién cortado terminaba de pedir su café americano con doble carga de sarcasmo simplemente para que pudiese caminar por la calle con el alma caliente, abrazándolo.
Había sudado las noches y enfriado las mañanas con cubitos de realidad que caían gota a gota desde el tejado de la indecisión. La de Álvaro, no la suya.
Sus pasos seguían siendo tan livianos que podían contrarrestar la solidez de las rajas de sus pantalones.
- Va, Ál. ¿Cuántos días pensabas que iba a esperarte? 
Arrugó la servilleta en la que había apuntado cuántas cosas más tenía que decirle y, como si hubiese sido capaz alguna vez de marcarle un triple a sus sentimientos, encestó en la papelera todo lo que ya no iba a suceder.
Mientras tanto él seguía mudo observándola, consciente de que cada vez su piel se volvía más de hierro y que todo lo que le había regalado hasta entonces se transformaba en su habitual acidez.
- 99 días ya eran suficientes, ahora déjame marchar. 
Sorbió un litro de cafeína mezclada con tres gotas de valor y se quedó ahí sentada porque ya ni siquiera necesitaba marcharse para saber que había vuelto a fabricar esas despedidas que siempre evitaba encarar.



“En cierto modo todo requiere su tiempo. A veces hay que decidirse en un segundo. Y hay que saber actuar en el momento adecuado. Hay que tenerlo presente. Porque decidirse tarde puede pagarse caro.” 
(Scrubs)

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