-¿Sabes Alicia? Tenía miedo.
-¿Miedo? Miedo, ¿de qué, Adrián?
- De vernos.
-¿Te daba miedo volverme a ver?
-Sí.
Y una ráfaga de viento sacudió algunos mechones de su pelo castaño acercándolos a su nariz.
-Llámame loco pero hemos estado dos meses enviándonos mensajes y había comenzado a cogerle cariño a eso; a charlar con una desconocida.
Entonces él la miró tan fuertemente que no pudo separar los pies del suelo y trató de seguir:
-Cuando te pedí tu número lo hice porque eras muy guapa... Y ahora todo ha cambiado.
Ella aprovechó el impás para reírse y rebuscar algo en el bolso.
-¿Me estás llamando fea? - sacó un pequeño estuche color naranja y de él obtuvo un oxidado lápiz negro.
-No, tonta. Simplemente, todo ha cambiado.
Alicia, con el lápiz, comenzó a trazar con la ayuda de un minúsculo espejo de bolsillo una especie de bigotes a lo más puro estilo Dalí en el centro de toda su cara.
-¿Mejor ahora?
De pronto, Adrián se fijó en cómo aquella chica de chaqueta blanca y tez clara estaba sentada al borde del banco, con un mostacho sintético que lucía sobre la sonrisa más espectacular que jamás había visto y sujetando con su mano izquierda la capucha de su lápiz negro.
-Estás preciosa.
-¿Entonces?
-Cuando empecé a hablar contigo te transformaste en alguien interesante. Tenía miedo de que eso cambiara cuando nos viéramos.
El chico guapo se inclinó para ofrecerle un beso en la mejilla; era alto y tenía dos hoyuelos clavados como margaritas en cada una de sus mejillas.
-Te escribiré mañana.
En la vida, lo esencial es formular juicios a priori sobre todas las cosas. En efecto, parece ser que las masas están equivocadas y que los individuos tienen siempre razón. Es menester guardarse de deducir de esto normas de conducta: no tienen por qué ser formuladas para ser observadas. En realidad, sólo existen dos cosas importantes: el amor, en todas sus formas, con mujeres hermosas, y la música de Nueva Orleans o de Duke Ellington. Todo lo demás debería desaparecer porque lo demás es feo, y toda la fuerza de las páginas de demostración que siguen procede del hecho de que la historia es enteramente verdadera, ya que me la he inventado yo de cabo a rabo. Su realización material propiamente dicha consiste, en esencia en una proyección de la realidad, en una atmósfera oblicua y recalentada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y que presenta una distorsión. Como puede verse, es un procedimiento confesable donde los haya.
(Boris Vian, La espuma de los días)